Fueron seis horas donde yo estuve despierta, seis horas de la cirugía, donde escuché cómo taladraban mi cabeza, que es como si uno estuviera en una mina y estuvieran taladrando una roca.

A comienzos del 2025, Lorena Rodríguez, una empresaria boyacense de 34 años, se sometió a un procedimiento que parece sacado de una película de ciencia ficción.

El nombre técnico es estimulación cerebral profunda.

Me estaban preguntando en tiempo real cómo te sientes, qué sientes, incluso modulándome ahí las cargas eléctricas.

Empecé a sentir ahí en esa camilla como efectos inmediatos, incluso dentro de la cirugía.

Aunque no sentía dolor por la anestesia, Lorena estuvo consciente cuando le abrieron el cráneo y dejaron literalmente destapado parte de su cerebro.

El objetivo de semejante operación era implantarle cuatro electrodos diminutos que le ayudarían a superar la ansiedad y la depresión.

Hubo momentos donde sentía mucho alivio.

Yo siempre cargaba con un vacío, un nudo en la garganta, un vacío existencial.

Y por momentos me decían, oye, con este parámetro,¿ cómo te sientes?

Pero más allá de los riesgos que implica cualquier operación, Lorena se estaba jugando en ese momento una de sus últimas cartas para tratar de llevar una vida más funcional.

No mejor, para volver a vivir.

Yo tuve una afirmación en mi mente que fue, ya no quiero sobrevivir más, estoy agotada.

Yo quiero vivir, vivir de verdad, porque mi vida se basa en estar apagando fuegos o estar controlando mi mente o estos monstruos y poder estar más o menos laboralmente activa.¿ Pero qué sentido tiene eso?

Es desgastante.

Yo quiero tener paz, tranquilidad.

Aunque la terapia y los medicamentos pueden ser de gran ayuda, hay personas para quienes eso no es suficiente.

Son casos en los que el dolor no cede, el cuerpo no responde.

La esperanza se vuelve cada vez más lejana.

Para ellas existen tratamientos más complejos, más profundos, más arriesgados y novedosos, como el que le practicaron justamente a Lorena.

Cuando el dolor no se ve,

El mundo tiende a minimizarlo, incluso uno mismo.

Y es ahí cuando empieza la batalla de la persona que tiene depresión y ansiedad o depresión, que es poner una sonrisa incluso cuando por dentro el mundo está apagado, cuando está quebrado.

En este episodio, Lorena Rodríguez nos cuenta cómo fue la operación que le cambió la vida y cómo son sus días después del procedimiento.

Aquí me pusieron como

un marcapasos para el alma realmente.

Soy María Elvira Arango y esto es Qué Locura, un podcast sobre salud mental para hablar de lo que no se habla.

Este es Un Lugar Seguro.

La depresión y la ansiedad, dice Lorena, es una herencia que le dejaron los trastornos alimenticios que sufrió en su adolescencia.

Yo

pasé por los tres trastornos de alimentación que conocía y que hoy conozco, que fue anorexia, bulimia e ingesta compulsiva.

Pero realmente todo comienza con la puerta de entrada a mi adolescencia, la etapa donde todo empieza a salir como a flote.

Durante su infancia, su única preocupación fue ser un estudiante ejemplar.

Aprendió a leer mucho antes que el resto de los niños de su colegio y leía los libros que estudiaban sus compañeros de grados más altos.

La adolescencia, sin embargo, llegó para ella como una tormenta que trajo una nueva preocupación, su cuerpo.

No es que tuviera sobrepeso o alguna condición en particular, no, pero empezó a mirarse con desconfianza cada vez que pasaba frente al espejo.

Comparaba su cuerpo con el de otras niñas y sentía que no encajaba.

Esa incomodidad, casi imperceptible al principio, fue creciendo en silencio.

Recuerdo que el disparador fue porque teníamos un paseo para el grado 11, ya eso que hacen el paseo de fin de año, Y te vas a la costa.

Entonces yo era muy acomplejada porque no quería usar bikini.

Y yo dije, pues tengo que empezar una dieta más estricta.

Cuando tú empiezas eso, no te das cuenta cómo la mente después te envuelve.

Para mí es como un remolino.

que ya te hace tocar fondo y ya después te das cuenta que estás muy abajo.

Ya empiezas a dejar de comer.

A mí se me mezcló la anorexia con la bulimia.

Si solo comía una manzana, vomitaba la manzana.

A Lorena no le costaba mucho disfrazar sus hábitos destructivos.

Para su mamá, por ejemplo, esas dietas estrictas eran solo una muestra de que quería cuidarse.

Pero la realidad era muy distinta.

En plena adolescencia, una etapa en la que el cuerpo necesita más que nunca alimentarse bien, llegó a pesar apenas 42 kilos.

Vivió así entre los 14 y los 19 años, al borde del colapso, hasta que un día ya no pudo más.

Llegó un punto de quiebre y su familia decidió internarla en un centro de rehabilitación y allí, por fortuna, pudo recuperarse poco a poco.

terminó con una ingesta compulsiva fuerte, ya ni vomitaba ni restringía.

Ya tuve una subida de peso gigante, llegué casi a pesar 90 kilos.

Entonces ya ahí me libero yo de los trastornos de alimentación Y me deja la herencia y un cóctel interesante que asustó también mucho, que fue un trastorno mixto de ansiedad y depresión.

En ese momento, Lorena ya estaba en la universidad y vivía en Tunja con una de sus hermanas.

Aunque amaba estudiar, un día sin razón aparente, no pudo levantarse ni de la cama.

No era cansancio, sentía un vacío, una presión en el pecho y una tristeza que no sabía de dónde venía.

Esa fue la primera señal de que algo no estaba bien.

El diagnóstico del trastorno mixto vino un poco después.

En pocas palabras, es una combinación de ansiedad y depresión que crea un malestar constante.

No hay una emoción que domine del todo, pero sí una sensación de angustia que puede derrumbar a los que sufren por dentro y por fuera.

Y

eso es lo que nos pasa a los que tenemos depresión, ansiedad, como si no funcionara bien la electricidad, por momentos se va la luz, como intermitente la situación, pero es como si hacerlo más mínimo, es como levantarse, es como conquistar el Everest.

es como que tú te moriste en vida, es apagarte, es realmente quedarte sin electricidad por dentro, es como si estuvieras inválida aún con piernas.

Dormir o el desconectarse un poco de la realidad es el descanso.

Por eso pienso que ha cobrado tantas vidas, una depresión o trastornos mentales, porque se siente que la muerte puede ser un bálsamo.

Vivir es angustioso, vivir es un reto.

Y hubo un momento en su vida en que ese reto le pareció imposible de sostener.

La tristeza, el miedo y el vacío se volvieron tan fuertes que pensó que la única salida era dejar de vivir.

Intentó quitarse la vida para liberarse de ese tremendo dolor.

Yo

pienso que el que acaba con su vida lo hace buscando esa tranquilidad porque es muy angustioso estar así.

Recuerdo haber tomado muchas de las pastillas que tenía medicadas en ese momento y recuerdo también al mismo tiempo que mi cuerpo las expulsó enseguida.

No tuve que ir a un hospital, no pasó a mayores.

Fue como que la vida misma y Dios me aterrizaron de nuevo y después de ahí no lo he vuelto a intentar.

A diferencia de lo que ocurrió con los trastornos alimenticios, esta vez Lorena no pudo ocultar por mucho tiempo lo que le pasaba.

La depresión y la ansiedad eran evidentes para quienes la conocían y aunque ya tenía un diagnóstico, le costaba explicar con claridad lo que sentía, incluso a sus propios padres.

Explicarle a ellos que esto me está sucediendo es demasiado, demasiado difícil.

De hecho, recuerdo que con mi mamá muchas veces hubo temas de mami tienes que ir a una charla o sería bueno que asistieras a una terapia conmigo.

Y ella decía, pero es que yo no he hecho nada malo contigo, ¿no?

O sea, yo con mis tres hijos he sido igual.

Yo a veces le decía a mi mamá que ahora tiene más conciencia.

Yo le decía, si hay días en que amanezco muy mal, no me digas, levántate, vamos a pasear, vámonos a un centro comercial, porque esto es como si le dijeras al que está en una cama con una pierna rota, vámonos a correr hoy en la ciclovía o vamos a montar bicicleta.

No se ve, pero por dentro estoy quebrada.

Es difícil imaginar lo frustrante que puede ser sentir que algo se está desmoronando por dentro y al mismo tiempo ver que las personas más cercanas no pueden o no saben cómo acompañar a los que sufren.

Hay unas sustancias que nos dan el placer, que nos dan la felicidad y puede que yo no las esté produciendo de una manera natural, hay un desequilibrio.

Así que pasé yo, digamos, si lo puedo decir así, hasta los por ahí 25 años, María Elvira, llevándolo sola, cargándolo sola, buscando yo opciones.

Obviamente tenía ese apoyo económico de mi familia, pero no tenía el apoyo emocional.

Es que Lorena lo intentó todo, desde la terapia tradicional hasta tratamientos holísticos que prometían armonizar su mente y su cuerpo.

He recorrido un camino, yo digo, de sanación holístico e integrador.

Así lo veo yo.

Es toda una hazaña.¿ Por qué?

Porque por un lado estoy buscando...

o estaba buscando mi sanación, de hecho, por diferentes corrientes, ¿no?

Estudié angeología, reiki, acudí a guías espirituales, que el chamán que se haga este baño, ¿no?

Canalizadores, la religión católica, me volví cristiana, me volví a bautizar, rituales, todo lo que vibrará con luz, yo decía, allá voy.

Al tiempo que buscaba sanar por muchos medios, Lorena seguía esforzándose por cumplir con sus responsabilidades.

Como ella misma dice, sentía que corría una maratón, pero con una pierna rota.

Cada día era una batalla entre lo que quería lograr y lo que su mente le permitía hacer.

A lo largo de los años, probó más de 10 medicamentos psiquiátricos.

Algunos le daban alivio temporal, como si le ofrecieran una pequeña tregua.

Pero tarde o temprano volvía a la oscuridad.

Y con ella, la frustración de sentir que nada era suficiente para salir del pozo, oscuro y profundo.

Y llega un punto de inflexión, que fue diciembre de 2024.

Estar en cama, la cama me atrapó.

Ahí fue cuando mi hermana, que ya tiene mucha más conciencia con esto y es una amiga para mí impresionante, y me dijo, en mi casa me dicen chata, chata, yo he visto que el doctor William puede tratar eso.

Y para mí eso era surreal.

María Elvira, yo decía, pero...

Pero¿ cómo van a tratar esto?

O sea, yo ya llevo toda mi vida en esto,¿ lo van a tratar con fármacos?

Yo he probado más de 10 tipos de fármacos.

Como te digo, esto ha sido una carrera contra todo.¿ Cómo lo pueden tratar?

No, que sí lo puede operar.

Lorena habla de William Contreras, un neurocirujano colombiano que lleva años estudiando el cerebro, pero más específicamente la forma en la que se pueden tratar enfermedades como el Parkinson y los trastornos mentales a través de las cirugías.

El Dr.

Contreras nos ayudó a entender qué es lo que ocurre en el cerebro de una persona como Lorena.

Imagínate una ciudad de noche, las luces están encendidas y todo el mundo está viendo y en todos los barrios hay luz.

Cuando existen estos trastornos específicamente o motores emocionales, pero digamos que en el caso de hoy emocionales, lo que pasa es que se fue la luz en varios barrios.

Entonces cuando se nos va la luz en esas áreas que tienen que ver con las emociones, con la motivación, Con la alegría, pues ese paciente hagan lo que hagan o digan lo que le digan, es decir, lo motiven como lo motiven o lo inviten al viaje que sea, viaje en sueño, pues no va a estar bien.

Lorena no pudo seguir trabajando en su empresa.

Era finales del 2024 y su salud mental ya no le permitía sostener una rutina.

A eso se sumaba una preocupación que le pesaba aún más.

Su papá estaba enfermo y al borde de la muerte.

Fui premiada en el trabajo como la que mejor dio resultados en 2024 y yo decía, guau, entiendo lo desgastante que es porque vivo una batalla en la mente, pero también trato de ser una persona funcional, es totalmente desgastante.

Funcional con la cara y la máscara por fuera, pero por dentro con la batalla y vivir así ya es agotador.

Durante mucho tiempo investigó sobre su trastorno, y aunque encontraba historias de algunas personas que habían logrado salir adelante, le frustraba profundamente que ese no fuera su caso, como si el alivio existiera, pero siempre fuera para otros.

Quizás por eso los episodios de depresión se hicieron cada vez más frecuentes, más largos, más difíciles de atravesar.

Y eso yo siempre lo discutía con los psiquiatras.

Oye, hay gente que tiene depresión y se medica seis meses y sale adelante.

Hay una solución.

Pero¿ por qué yo llevo años y años y años y nada?

Y fue entonces cuando el doctor William apareció en mi vida como una luz al final del túnel.

Fue para mí como, oye, esto se puede operar.

Podemos hacer algo.

Hay una oportunidad para ti.

En líneas generales, la estimulación cerebral profunda busca poner electrodos en los puntos del cerebro en donde se unen varios circuitos, como si fueran cruces de caminos por donde pasan emociones, pensamientos y decisiones.

En el caso de Lorena, esos circuitos no estaban funcionando bien y eso generaba un desequilibrio constante.

Pero con los electrodos, la idea era corregirlo enviando pequeñas señales eléctricas, como si se afinara una orquesta que está desafinada.

Nosotros lo que hacemos es llegar a áreas específicas del cerebro en donde se unen diferentes vías.

Es decir, imagínate el sistema de cableado de estos barrios a donde se nos fue la luz.

No podemos simplemente ir a una casa y tratar de encender la luz en esa casa, sino nos toca todo el circuito de esa región.

Entonces nosotros lo que hacemos a través de esta estimulación cerebral profunda es devolverles el ritmo, devolverle el ritmo a ese cerebro y al devolverle el ritmo, o sea, la electricidad normal, se devuelve también la comunicación que existe entre las neuronas que se hace a través de unos componentes químicos que nosotros llamamos neurotransmisores y esas áreas, esos barrios que están oscuros, les vuelve la luz.

Tenía ilusión,

tenía nervios.

Porque, por Dios, o sea, yo ni siquiera tenía una cicatriz en la cabeza.

Yo, cuando me enteré que me iban a quitar el pelo, eso fue, tú no sabes, eso fue una catarsis.

Me tuve que hacer hasta un ritual de despedida del pelo.

La operación fue en Bucaramanga, y como lo escucharon al principio de este episodio, Lorena estuvo despierta durante todo el procedimiento.

A pesar del miedo, sentía que estaba a punto de cruzar una puerta muy extraña, pero necesaria, como si todo lo que había vivido hasta ese momento la llevara justo allí, al borde de algo nuevo, algo que podría por fin devolverla a la vida.

El doctor Contreras le explicó con detalle en qué zonas del cerebro pondrían los electrodos.

Lorena lo escuchaba con atención, pero por dentro sentía que estaba en medio como de una película.

No podía creer que algo así existiera de verdad, que la tecnología pudiera llegar tan lejos como para intervenir físicamente en la raíz del sufrimiento emocional.

Es muy lindo porque la gran mayoría de estas patologías mejoran en la cirugía.

Por eso muchos de estos pacientes nosotros los operamos despiertos.

Lorena fue a cirugía para implante de sus electrodos despiertos.

Y por ejemplo, en el caso de trastornos del movimiento, los pacientes van despiertos, entran con un temblor, una rigidez, una lentitud muy marcada de sus extremidades y en el acto quirúrgico dejan de temblar.

En total fueron 13 horas las que pasó en el quirófano.

Sin extendernos en detalles, basta con decir que el procedimiento fue extremadamente preciso.

Usaron imágenes de resonancia para ver exactamente por dónde pasan los caminos de la información emocional y justo en esos puntos los electrodos harían su trabajo.

Lorena estuvo en observación algunos días más en la clínica y allí evaluaron la respuesta de su cerebro a los electrodos.

Los resultados fueron satisfactorios.

A pesar de que podía tomar algunas semanas o meses en desinflamarse y equilibrar las cargas eléctricas, hubo cambios inmediatos en Lorena.

Salgo yo de la cirugía, a los dos días me cuentan que mi papá tuvo una recaída, María Elvira, en su tema de salud, que para mí el año pasado fue caótico.

Mira, si yo me lo estuviera contando a Lorena del pasado, no se lo cree, me dicen eso, y yo lo tomo con la tranquilidad más absoluta del mundo, y digo, pues bueno, si le van a operar otra vez, que le saquen lo que tiene maligno, y que ojalá todo salga bien, mi mamá se queda viéndome con una cara de, o sea, me dijo, de verdad, Lorena,¿ me está hablando en serio?¿ Por qué, de verdad?

Y yo no había caído en cuenta que había tomado la noticia de una manera tan relajada, tan consciente, yo sé que todo es paulativo, todo va progresivo, pero inmediato sentí eso,

Aunque suena como un auténtico milagro, ese no es el final del tratamiento para pacientes como ella.

Esta cirugía es una especie de atajo y también de último recurso para recuperar la funcionalidad.

Pero como dice William Contreras, es vital seguir el trabajo con psicólogos y con psiquiatras después de la operación.

Nuestro objetivo no es quitar los medicamentos.

Si los podemos disminuir, bienvenido.

Tú sabes que estos medicamentos, sobre todo los que tienen que ver con depresión, se demoran en actuar al principio y no es como que tú lo puedes quitar de un día para otro.

A diferencia de lo que ocurría antes, Lorena hoy ve cambios que pueden parecer pequeños, pero que para ella son enormes.

Algunos llegan pronto, pero otros, según explica el equipo médico, pueden tardar hasta un año en percibirse.

la parte eléctrica se está estabilizando y ahora voy por fases, como por momentos.

Hay momentos en que, wow, en la mañana, un trocito de la mañana, está ahí, digamos que la nube gris.

Yo he aprendido en psicología, vale, no luches contra la nube gris, déjala ahí, acéptala, no pasa nada, saca una sombrilla, miremos cómo la gestionamos, porque lo que resistes persiste, no, si lucho contra ella, peor.

Entonces ya sé que ahora por fases del día tengo la nube gris, pero resulta que por otras fases del día estoy como si nada.

Eso para mí ya, así sea una hora del día, María Elvira, en que yo me sienta plena, eso ya es un descanso para el alma.

Otra de las mejoras importantes ha sido el manejo de la ansiedad con la comida.

Aunque Lorena reconoce que sigue siendo vulnerable, también dice que ha aprendido a mirarlo con más conciencia.

Para mí muchas veces la comida en momentos de crisis funcionaba como un ansiolítico o que se me disparaba más la compulsión por comer pese a que ya no caía en conductas agresivas o de anorexia o de bulimia.

Y siempre estaba como muy ansiosa, muy queriendo comer de más o pensando en comida como ansiolítico.

No se trata de castigarse ni de huir de los problemas, sino de entenderlos, de reconocer las emociones que hay detrás y de responder de una forma más sana.

Estoy comiendo de una manera consciente, no estoy contando, ay, pasaron tres horas, ya me toca comer, o qué comí, o tengo ganas de comer algo porque estoy preocupada, y pensar en que es hambre emocional, que no es hambre real.

Entonces, eso fue vital para mí.

Otra cosa fue la capacidad de reírme un montón con mi mamá, la capacidad de querer arreglarme, querer maquillarme, porque hasta eso se va cuando tienes depresión.

Las posibilidades que abre la estimulación cerebral son gigantescas.

Esta tecnología tan precisa podría incluso aplicarse para solucionar problemas emocionales menores, pero no se trata de usarla en cualquier caso.

De hecho, solo se les practica a quienes nada más les ha funcionado, ni la terapia, ni los medicamentos, ni otros tratamientos.

Todo esto que se

denomina neuroestética es algo que viene muy fuerte y que es bastante peligroso.

El tema es ponerle los límites en los cuales yo no opero un soldado en la amígdala cerebral para que no tenga miedo y entonces se puede inmolar en una

guerra o algo así, porque eso hoy en día lo podemos hacer.

Hoy en día, siguen afinando el procedimiento para que sea cada vez más efectivo.

Como en cualquier cirugía, no hay éxito garantizado en todos los casos, pues hay personas que, a pesar de todo, no presentan mejoría.

En esas situaciones, explica el doctor, es fundamental volver a una revisión cuidadosa con psiquiatras y con otros profesionales para saber si el problema está en los electrodos o si tal vez el diagnóstico inicial no era el indicado.

Y aunque suena como una operación inalcanzable para muchas personas, la verdad es que cualquiera que cumpla con las condiciones previas puede acceder a ella.

La estimulación

cerebral está cubierta por el sistema de salud.

La cubren las EPS.

Si el paciente está afiliado a un sistema de salud, lo va a cubrir.

Las tasas de remisión, o sea, de que el paciente mejoró, por ejemplo, los casos de epilepsia van entre 30 al 50%.¿ Qué es lo que nosotros buscamos?

Que disminuya la frecuencia de esos episodios de crisis.

Lorena, por ejemplo, me dice, oye, yo antes no me podía levantar en la mañana.

Luego me dice, me gustaba mucho dormir porque ir a dormir era como sentir que me moría.

Y la sensación que tengo yo con esta tristeza profunda es que no quiero vivir.

Dormir es como morirme.

Pero ahora me está pasando que me siento bien Entonces no me quiero ir a dormir porque

me da miedo que al despertar ya no me sienta bien.

Mientras su pelo vuelve a crecer y las heridas del cráneo sanan poco a poco, Lorena sigue su recuperación con su familia, un lugar donde se siente cuidada, tranquila y puede seguir de cerca junto con el equipo médico cómo responde su cerebro.

Ya no se siente fuera de lugar.

Ahora sabe que forma parte de ese grupo de personas que con mucho esfuerzo han logrado pasar la página de la depresión y la ansiedad profunda.

Y aunque el camino no ha terminado, ahora lo transita con más calma.

Porque aprendió a cuidar la mente.

Esa torre de control que todo lo dirige, es que no es un lujo, es una forma de sostenernos sanos en la vida.

El

doctor me decía, esto es como el inicio de matrimonio, Lorena.

Esto no es el final de todo.

Y es así.

De hecho, yo siempre recomiendo, y a todos los que están escuchando, tú, así como tienes un médico de cabecera, un médico de confianza, que evalúa tu parte física, ten un psicólogo de cabecera.

Tu mente es la torre de control.

Si tu mente no funciona, es que nada va a funcionar.

O sea, no quedarse callado con esto, que para mí, yo digo que más que una historia de diagnósticos, esto para mí es una historia de proceso y de camino largo y de pasos, así sea con la pierna rota, como digo yo.

Este podcast es impulsado por PorqueQuieroEstarBien.com, el programa de salud mental de la Fundación Santo Domingo.

La producción es de Silvia Santamaría, la no ficción Boombox y Mía.

Este guión fue escrito por Juan Camilo Hernández Meléndez y editado por Miguel Reyes.

El diseño de sonido es de Pablo Restrepo.

La ilustración de la portada es de Isabela Soto Vallejo.

Gracias por apoyar este proyecto, también a TQ y su marca MK, Medicamentos Totalmente Confiables.

Recuerde que hablar nos hace bien.

Consulte e infórmese sobre salud mental en PorqueQuieroEstarBien.com, el programa que acompaña a miles de personas.