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De la tierra: incendios

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Bienvenidos a Bacteriófagos, un podcast de Emilcar FM, capítulo 208 del 30 de septiembre de 2025.

Muy buenas, yo soy Carmela García y esto es Bacteriófagos, un podcast de curiosidades biológicas y actualidad científica para todos los públicos.

En julio prometí que volvería en septiembre, pero no dije cuándo.

He vuelto.

Y esto no ha sido fácil.

En sí, yo iba a volver hace dos semanas, pero pasaron cosas que hicieron que eso fuese imposible.

El caso es que ya estamos acabando septiembre, empezando la décima temporada, y la vida sigue igual.

Bueno, la mía igual igual no sigue.

Y la de muchas personas en muchos sitios del mundo tampoco sigue igual.

Algunas ni siguen.

Pero hay cosas que desde luego no cambian a lo largo del tiempo.

o si cambian, no lo hacen en la dirección que esperaríamos.

Yo iba a hacer un breve capítulo introductorio hace dos semanas en el que os iba a adelantar los bloques temáticos de este año, porque os lo creáis o no, los deberes los tengo hechos.

Pero como no llegó ese capítulo, pues solamente voy a hacer un spoiler breve.

Seguiremos teniendo capítulos de tal día como hoy, y tendremos capítulos que van ligados por temática.

Empezamos esta temporada justo con una temática.

La de los problemas en un entorno concreto.

Y hoy toca la tierra.

Y el problema que afecta a la tierra que he elegido, porque había que elegir, es el de los incendios.

Cuando yo me planteé empezar con esto, era por los incendios en Castilla y León.

Lo que no sabía en ese momento era que ahora os iba a hablar de Castilla y León.

Sí.

pero también de mi querida Galicia, y de Extremadura, y de Asturias, y de Medio España.

Este verano ha sido, según los titulares de la prensa, uno de los más devastadores desde que se tienen registros.

Esto de los registros es una cosa complicada, porque claro, siempre habrá alguien que diga que bueno, antes ardía, pero claro, los satélites no hacían fotos.

Vamos a ver, esto podía colar en julio.

Incluso podríamos dudar a primeros de agosto, pero a mediados de agosto, cuando se empezó a hablar de más de 350 .000 hectáreas, la cosa ya pintaba mal, porque ya nos estábamos poniendo por encima del año 2022, en el que en este mismo podcast ya hablamos del problema que suponen estos nuevos incendios.

Lo que no sabíamos era todo lo que quedaba por venir.

Lo que no sabíamos era que iba a seguir todo igual hasta que llegase el otoño.

No con la misma intensidad, pero sí sumando y sumando hectáreas.

Por eso, a día de hoy, no os puedo dar un número de hectáreas afectadas.

A finales de agosto se estaba hablando de casi 400 .000.

De más de 400 municipios afectados.

De unas 40 .000 personas evacuadas.

Y muchas más voluntariamente desplazadas, vamos a decirlo así.

Principalmente en Castilla y León y en Galicia.

También hablamos de muertos, si no me equivoco, de ocho en todo el verano.

De decenas de heridos.

Y además de los muertos y heridos humanos, hablamos de miles de otros animales.

Entre las zonas quemadas había bosques, había espacios naturales protegidos, había suelos agrícolas, y sí.

Había también casas, porque se dice poco, pero se han quemado muchas casas.

También hablamos de vías de tren cortadas durante días, de carreteras cortadas, de servicios de emergencia totalmente desbordados.

Mucha gente me ha estado preguntando cómo viví esto, porque sabían que en algún momento del verano yo iba a estar en Galicia.

Concretamente el pico de incendios me pilló allí, pero muy lejos de la zona afectada.

Puedo decir eso de que tuve suerte, pero también tuve mucha impotencia.

Sí conozco a mucha gente de zonas afectadas, y sí conozco a gente que se ha quedado sin su casa de aldea.

No podía hacer mucho desde la costa, más que esperar a que una tormenta trajese ese agua que siempre se dice que cae en Galicia, pero que nunca cae cuando realmente la necesitamos.

Una vez que llegaron las primeras lluvias, yo me volví a Madrid.

Y para eso yo tenía que cruzar esa zona.

Había visto vídeos, había estado muy pendiente, pero no estaba preparada para ello.

Íbamos por la carretera y pasamos por la primera zona afectada.

Se veía todo quemado.

Ahora diría que como tras cualquier incendio.

El caso es que después pasamos a una zona verde y pronto a otra zona quemada.

Y eso era el incendio.

El incendio con muchas mayúsculas, porque a partir de ahí...

Ya no os puedo decir cuál era cuál.

Fueron kilómetros, muchos kilómetros de tierra gris, de troncos quemados, de tierra todavía humeante, de señales de carretera quemadas y de ese olor.

Porque no es lo mismo cuando tú quemas en la chimenea de tu casa cuatro troncos que cuando hueles un incendio de esas características.

Porque estás allí e imaginas ese paisaje, ese olor, que es como el de una zona de guerra.

Y sientes que sobras y que quieres salir de allí cuanto antes.

Pero todavía te quedan kilómetros de tierra quemada, humeante y de ese olor.

Y sí, ha sido el peor verano de incendios en España.

El peor hasta ahora.

Muchos se preguntan que por qué.

Os podría resumir en pocas palabras por qué, pero este podcast es para todos los públicos y no me voy a poner aquí a insultar a nadie.

En sí, la ola empezó a finales de julio, con un gran incendio en la provincia de Ávila.

No era el primer incendio, pero sí el primero de gran tamaño.

No pasaron muchos días antes de que empezase el incendio de Tarifa.

¿Qué factores estaban sumando?

Hacía calor, sí, mucho calor.

Al calor podemos sumarle el viento y al viento podemos sumarle la cantidad de días que llevaba sin llover.

La tríada de los incendios, temperatura, aire, sequía.

Cualquier forestal os dirá que más de 30 grados, más de 30 kilómetros hora y menos de 30%, que eso pinta feo.

Esas condiciones facilitan que ante cualquier chispa, sea intencionada o no.

Eso corre al peligro de convertirse en lo que ahora llamamos un gran incendio forestal.

Para que pongamos esto en contexto, hace unos años no sabíamos que era eso de un gran incendio, y a mediados de agosto ya habíamos contado más de 50 en España este año.

En esto también hay que tener en cuenta que la situación de España es peculiar, porque tenemos una gran acumulación de combustible en nuestros montes.

Pero a la vez tenemos unos montes que se entremezclan con las zonas urbanas, especialmente en el norte.

En Galicia, que es de lo que puedo hablar mejor porque es lo que conozco mejor, aunque esto se extiende también a otras zonas, especialmente a las de León, puedes caminar fácilmente de una aldea a la siguiente aldea.

Las aldeas son pequeñas, pero la siguiente está muy cerca.

Y el latifundio es un concepto desconocido.

Son eso que llaman paisajes mosaico, en los que las casas son como motas sobre una cama verde.

Y eso, para gestionar un incendio, es complicado.

Tradicionalmente, con esa distribución, los incendios siempre se han atacado de una forma escalonada.

Si hay un incendio pequeño, los primeros en actuar son los propios vecinos.

Con batefuegos, más o menos caseros, con cubos, con mangueras o con lo que puedan.

Si no es suficiente, entonces entran los bomberos municipales, si es que los hay, o protección civil, y de ahí la cosa ya escala a la provincia, a la comunidad, a la comunidad vecina, y hasta hace poco ahí se quedaba la cosa.

Hace ya tiempo que sabemos que la UME actúa, pero la UME es limitada.

Para los no españoles, la UME es la Unidad Militar para las Emergencias.

Una unidad que ha salvado muchas más vidas de las que podíamos pensar el día que se creó.

Ojalá nunca hubiesen hecho falta, pero menos mal que existen.

El caso es, ¿por qué no son suficientes?

Porque los incendios no son mala suerte.

No es mal de ojo.

Los incendios de este año han ocurrido porque se daban las condiciones meteorológicas ideales para un incendio de esas características.

Y los humanos...

nos ocupamos de dejarle el terreno muy fácil, al tener los bosques llenos de combustible mal cultivado, al no tener limpios los arcenes, al tener pueblos casi comidos por el monte, al, en resumen, haber abandonado la España vaciada, dejando a su suerte a los pocos que quedan allí.

Aunque quiero que hablemos de la parte del daño ecológico después, antes quiero insistir en el daño humano.

No solo a los humanos, que también.

Me refiero al daño que todos deberíamos sentir como humanos que somos.

En la empatía que deberíamos sentir hacia aquellos afectados en esa España vaciada, en la que, con esta clase de situaciones, la situación es cada vez más vacía.

Entre esas personas afectadas hay muchas que deberían reflexionar sobre sus propias acciones, porque sí, ahí también hay culpas.

Hay gente que tiene intereses, no lo vamos a negar.

Por muy triste que parezca y por mucho que a mí me enfade, no podemos negar que entre los afectados hay personas que van a sacar cierto beneficio.

Esto no quiere decir que ellos hayan provocado los incendios, pero hay terrenos en juego.

Y hay usos de esos terrenos.

Y por eso es muy importante ver qué se va a poder hacer y qué no se va a poder hacer a partir de ahora.

Pero aunque hay unos pocos que puedan sacar un beneficio directo, hay otros pocos que también tienen una responsabilidad indirecta, porque favorecieron que se llegase a la situación actual de forma intencionada, porque intencionadamente favorecieron unas políticas que llevaron al monte a como está.

Y a los servicios de prevención y extinción a cómo están.

Pero también hay inocentes, que son víctimas.

Los que nunca aplaudieron los recortes.

Los que sí intentan mantener un estilo de vida en esas zonas y que ahora lo han perdido todo.

Incluso los que no lo perdieron, pero pasaron unos días especialmente difíciles.

Y si me lo permitís, entre la empatía que deberíamos tener...

Mucha debería ir también para la BRIF, para la UME, y para todas aquellas personas que incluso estando solo de paso arrimaron el hombro como pudieron.

Y en este lado humano también tenemos que pensar en qué pasará después.

Las viviendas, por mal que pueda sonar, se reconstruyen con dinero.

Pero hay otras cosas que no se van a poder reconstruir con dinero.

Y aquí me vuelve la cabeza esa imagen de kilómetros y kilómetros de zonas protegidas que se han perdido y que tardarán muchos años en recuperarse.

Y que no se recuperarán igual, se convertirán en un paisaje diferente.

Yo no sé qué os pasa por la cabeza al ver las imágenes de los incendios en la tele.

Y entiendo que a muchos no se os pasará por la cabeza el daño ecológico.

A mis ojos ver un incendio no es necesariamente ver muerte.

Porque los incendios naturales existen y son parte de la evolución de un ecosistema.

Pero no es lo que hemos visto este verano.

Este verano hemos visto eso, muerte.

Antes de pensar en qué hacer, quiero aclarar que esto de los incendios naturales y los incendios provocados tiene matices.

De forma natural, los incendios pueden ocurrir.

Esto es normal y es parte del ciclo.

Un rayo, por ejemplo, puede provocar un incendio.

Ese incendio quemará una zona limitada.

Con mayor cantidad de combustible, pues quemará más.

Y normalmente ese incendio llegará a un momento en el que se parará.

En esos casos, lo recomendable sería simplemente asegurarse de que no afecta a viviendas y poco más.

Después del incendio, el bosque se regenera.

Y en un incendio provocado pasaría lo mismo.

Pero como se descontrolan, pues hay que actuar.

Pero, ¿qué es un incendio provocado?

Pues todo el que no ocurre por causas naturales.

Pero que puede ser intencionado o no.

Si tú que me estás escuchando fuiste al monte hace tres meses y dejaste una lata de Coca -Cola tirada, a lo mejor provocaste un incendio.

Y si fue una botella, ni te cuento.

Un simple trozo de vidrio puede ser el causante de alguno de esos grandes incendios.

Una botella que se rompió e hizo de lupa.

Eso es un incendio provocado por una persona, aunque no haya sido intencionado.

Y esto, aunque nos cueste asumirlo, es la causa de la mayor parte de los incendios, pequeños descuidos humanos.

Después tenemos los incendios provocados intencionados, en los que puede haber intereses varios, cambios de uso de un terreno, caza, razones políticas, broncas familiares, hay de todo.

Y por último, una parte pequeña de los incendios son provocados por pirómanos por el mero placer de ver arder.

Os recomiendo que veáis arder en una chimenea controlada y ya, y que no me entere de que nadie echa una chasca para un churrasco en pleno agosto, por mucho que hubiese en los 80 una zona acondicionada para ello, porque el nivel de sequía de hace 40 años no es el que hay ahora.

Por último, vamos a pararnos a pensar en qué hacer.

Esto yo ya lo he contado, pero como he visto a mucha gente con muy buenas intenciones actuando muy mal, vamos a ver si a base de repetirlo el mensaje va calando.

Después de un incendio hay que dejar que personas que saben lo que hacen actúen.

Personas con formación científica que indiquen qué hacer.

Formación científica de verdad.

No personas con buena intención y una cuenta de Instagram.

Ni asociaciones de amigos de no sé qué, que a lo mejor tienen muy buena intención, pero muy poco criterio.

Lo que hay que hacer primero es estabilizar.

Y eso lo deberían hacer técnicos.

Se retira lo que supone un peligro y se estabiliza.

Se tumban los árboles y se deja todo lo que se pueda dejar en el sitio.

Si no hace falta tumbar el árbol, no se tumba.

Se deja todo quieto.

Se estabilizan las zonas que se pueden erosionar más y se hacen actuaciones controladas para evitar que la ceniza acabe toda en un río.

Y esto no se hace a golpe de excavadora.

Se hace, en muchos casos, estabilizando la ceniza en el sitio.

No sé si habéis pillado ya lo importante que es estabilizar.

Las cenizas tienen muchos nutrientes que ayudarán a la repoblación.

En principio, con esto ya estaría.

Solo en algunos casos es necesario repoblar.

Y debe hacerse con especies autóctonas y de forma adecuada.

Porque aunque algo parezca totalmente destrozado, la próxima primavera empezarán a crecer plantas, si no se hace nada.

Primero hierbas pequeñas, luego helechos, y poco a poco empezarán a crecer arbolitos.

Una piña medio quemada dará lugar a pinos, os lo juro.

No hace falta arrasar todo y poner pinos nuevos.

Antes era muy común cortar todo, vender la madera, limpiar el terreno y volver a plantar filas de árboles, preferentemente eucaliptos.

Ahora por suerte eso ya no se hace.

Lo que sí hay que limpiar bien son los bordes de los caminos, las carreteras y las zonas que puedan suponer un peligro.

Y obviamente estoy centrándome en la parte natural, las casas, lamentablemente sí va a haber que reconstruirlas.

Además habrá que actuar sobre la fauna.

¿Sabéis una buena forma de actuar?

Dejándola vivir.

No, no es buena idea tirar por ahí sacos de pienso.

Hay formas de actuar para mantener con vida aquellos animales que se han salvado, pero no pasan por soltar sacos de grano en el monte.

Porque resulta que un animal salvaje no gestiona muy bien eso.

Se pueden implementar medidas para proporcionar alimentos, sí, pero tienen que estar hechas con el consejo de expertos.

Si lo hacemos a lo loco, acabarán muertos.

También será necesario, según se vaya regenerando el bosque, facilitar que los animales vuelvan a vivir en él.

Y esto se hace, por ejemplo, no cazándolos hasta que se recupere la población normal.

Bueno, en general, no cazándolos por el mero placer de matar.

Pero eso sería tema para otro capítulo.

Pero lo más importante que tenemos que hacer...

es evitar que el próximo verano esto se repita.

Porque, spoiler, hará calor, estará seco y algún día tendremos suficiente viento.

Es imprescindible ajustar nuestras actividades en función del riesgo de incendio.

Nada de colillas ni de chascas.

Nada de fuegos artificiales.

La maquinaria agrícola en los momentos en los que el riesgo es menor.

No dejar basura tirada por ahí.

aparcar en las zonas habilitadas y no meter el coche por una pista forestal en la que estamos intentando redescubrir el fuego con nuestras ruedas.

Este mismo agosto, subiendo un mirador en una pista, pasó un coche a nuestro lado con una velocidad tremenda y lanzando todas las piedras del camino.

Una pista que nosotros íbamos andando y habíamos dejado el coche donde terminaba el asfalto, que era lo que nos parecía lo normal.

El paseo no serían más de 10 minutos.

Pero aquel señor quiso subir con su coche, por supuesto.

Una piedra me golpeó a mí en la pierna y probablemente la marca seguirá siendo visible dentro de unos meses.

Mi grito insultándolo obviamente ni lo escuchó con el jaleo que iba montando con el coche con todas las piedras.

Más allá del daño en mi espinilla, si esa piedra, saltando, golpease mal a otra piedra, ahí podríamos tener el origen de un incendio, que fue más o menos lo que le grité yo al señor.

Así que caminad por el monte de forma ordenada, que al ritmo que vamos tendremos que acabar prohibiendo ir al monte cuando el riesgo es alto.

En sí, en Madrid, este verano yo habría cerrado las barreras y habría dicho que todos andando.

Para los de fuera, las barreras en cuestión limitan el acceso de coches a unas cuantas zonas que están protegidas, y aunque todo el mundo se queja de su existencia, Viendo lo que hacen algunos, quizá habría que limitarlo todavía más y no levantarlas nunca.

Así que, en resumen, ahora nos toca recuperar conciencia y con paciencia, y actuar con sentidiño y recordar esto cuando nos toque elegir a aquellos que cuidarán nuestros montes.

Gracias por el tiempo que habéis dedicado a escucharme.

Espero que os haya resultado entretenido y de utilidad.

Toda la información de este capítulo la encontraréis en emilcar.fm/bacteriófagos.

Mientras esperáis el próximo capítulo, espero vuestros comentarios en cualquier red social como Cgdoval y en nuestro grupo de Telegram en t.me/ bacteriófagos, en el que hablaremos de este capítulo y de otras muchas cosas más.

Y recordad, la curiosidad no mató al gato.

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