Jerry Brudos vivía en un mundo donde la obsesión y la lujuria se entrelazaban. Su fijación por ciertos aspectos femeninos se volvía ritual y espectáculo privado, donde cada acción contaba una historia de control y fascinación perturbadora. Lo que comenzó como conductas inquietantes en la adolescencia, creció hasta convertirse en un patrón meticuloso de manipulación, mostrando cómo el deseo y la obsesión pueden deformar la mente humana de manera aterradora y perversa, hasta llegar al punto de conservar los cadáveres en casa junto a su esposa e hijos… ¿Es posible realmente comprender la mente detrás de un depredador sexual?

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