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Con el reconocimiento del Estado Palestino por Francia, Bélgica, Canadá y otros países, una de las preguntas cruciales es si un Estado palestino es viable con un territorio separado entre Gaza y Cisjordania. También si es viable una Cisjordania fragmentada entre asentamientos ilegales de colonos israelíes y una plétora de puestos de control que seccionan ese posible Estado. Reportaje del enviado especial de RFI a Cisjordania, Hugo Passarello Luna.
Con más de 5.500 km², Cisjordania, ocupada ilegalmente por Israel según el derecho internacional, alberga a unos tres millones de palestinos en pueblos y ciudades dispersos en un territorio fragmentado. En algunas zonas, la población queda en una suerte de limbo.
Es el caso de Kufur Aqab, localidad que pertenece a la municipalidad de Jerusalén —administrada por Israel—, pero que está separada de la ciudad por un muro y un puesto de control a menudo saturado. Esto crea una situación en la que los habitantes pagan impuestos, pero no reciben servicios.
"Vivimos en una situación de abandono y marginación tanto por parte del municipio como del gobierno. Sufrimos mucho", afirma Raed Abdallah, de 53 años, nacido en Kufur Aqab y dueño de un negocio de materiales de construcción a pocos minutos del muro que lo separa de Jerusalén.
Larga espera para ser atendido en un hospital de Jerusalén"No hay atención ni organización en las calles. La basura no se recoge adecuadamente. No hay alumbrado ni estacionamiento público. No hay ningún parque para niños. Sentimos que vivimos en un área aislada y marginada de Jerusalén. Cuando vamos allá, esperamos muchas horas para pasar por el puesto de control de Qalandiya. Esto genera presión psicológica, depresión. Por ejemplo, si quiero ir a un hospital de Jerusalén para recibir tratamiento médico, debo esperar muchas horas", explica Abdallah.
Abou Ashraf, de 76 años, residente de la zona, intenta organizar a los vecinos en un territorio sin autoridad ni ley: "No hemos visto policías desde 2001. Ya son 24 años sin policías en la zona. Resolvemos nuestros problemas entre nosotros cuando hay peleas o conflictos. Traemos a los mayores de cada familia, nos sentamos y resolvemos el problema para hacer las paces, porque aquí no hay ley. En esta zona, si buscas gente que venda drogas, la hay. Si buscas gente que ejerza la prostitución, la hay. Tenemos de todo porque no vemos policías aquí. Nunca, jamás".
En ausencia de autoridad, es difícil calcular cuántas personas viven en Kufur Aqab; las estimaciones varían entre 60.000 y 100.000, hacinadas en edificios construidos sin regulación. La mayoría no se marcha para no abandonar su identidad.
"Estamos muy molestos de estar atrapados entre ambos lados. Pero, para preservar nuestra identidad palestina y jerosolimitana, estamos obligados a permanecer en nuestras casas de Jerusalén. Debemos mantener nuestra identidad", sostiene Raed Abdallah.
Una identidad que busca afirmarse en una Cisjordania atravesada, además, por más de 800 obstáculos a la libre circulación —puestos de control, rutas bloqueadas y barreras en las carreteras—, según datos de la ONU.